
Recientemente adquirí el poder de saber qué pasa cuando no me doy cuenta de lo que pasa. La cosa fue retroactiva y me vinieron espeluznantes memorias: mientras de pequeño yo jugaba, mis padres se peleaban a muerte. En casi todos mis exámenes de ciencias, Julián me copiaba. Luci, a quien nunca me animé a decirle que me gustaba, me miraba en secreto. Vi quién me robó la billetera en el autobús hace dos años. Mi vecina viuda suspiró ayer al mirar por fuera de mi ventana.
Soy mi doble, mi tercer ojo, mi propio ángel de la guarda y una cámara de video que me toma de frente. Pero tal como se odia al fisgón y al paparazzo, ya me estoy odiando a mí mismo. Lo malo es que nadie me paga, ni me excito. Así que más vale que alguien planee mi muerte pronto, y que yo me haga tonto, porque desgraciadamente me daré cuenta de quién será, cuándo y cómo.