En Málaga un hombre toma las calles a diario para enamorar al mundo. Es un experto.
Cada mañana sale en busca de las más trepadoras simétricas, aromáticas, y completas. Busca también entre las silvestres, las antiguas, las modernas. Las de ser simples, o a veces de forma compleja pero eso sí, cóncavas y profundas para poder lanzarlas vertiginosamente.
Siempre ha sabido que es un hombre que se enamora de una situación, sobre todo si es dramática y estética, ya que no puede controlar los instintos de su corazón romántico. Día a día es víctima de las insinuaciones de todas y atrapado por su deseo intenso de encontrar la más dulce con el más intenso aroma a amor.
Para llevarlas a buscar sombrillitas. Como cada una de sus amantes, no tolera el exceso de calor en invierno. No siempre quiere cazar a la luz del día, el olor se hace más potente al anochecer, igual que su goce por tomarlas entre sus manos e incustrarlas y pincharlas para brotarles ese olor que le electrifica cada poro del cuerpo.
Encuentra en abundancia las que van vestidas de blanco, las de amarillo, pero busca y busca a las de negro, las sensuales, las sexuales. Son de difícil trato.
Pero las encuentra. Y antes de que pasen dos horas puede cogerlas y hacerlas biznagas malagueñas, declarándoles la sentencia de que su serena manera de ser es sólo una farsa y realmente todas estan tan locas como su afán de querer conquistar a cada hombre que pueda descubrir su significado en cada ramillete.
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